Octubre 17
¿Los
milagros existen?
En este momento vital siento que estoy parada justo sobre una
tenue línea que divide lo que fervorosamente deseo hacer y creer y lo que mis
malos hábitos o mañas intentan hacer de mí. Unos desean conducirme hacia la
zona de paz, hacia la no agresión ni a mí ni a los demás; los otros se
complacen con verme retroceder hacia la contienda, hacia la descalificación, la
autoexigencia y el perfeccionismo. Y yo me pregunto a diario: ¿y esta lucha no
había cedido? ¿No eran los buenos quienes habían ganado esa batalla?
Ingenuamente eso creía, pero no, esa tensión entre el bien que deseo hacer y el
mal que hago la menciona San Pablo en su carta a los Romanos. En mi
caso, el propio pecado me ayuda a solicitar la asistencia de Dios, a no
creerme autosuficiente, a recordar que mi vida es una existencia espiritual, en
esta tierra, que sólo anhela de nuevo ir al amor de mi creador.
Hermoso milagro es la vida y cuánto me cuesta agradecerlo a
diario. Hoy hablando con una comadre recordamos que hace menos de un año, al
dar a luz al menor de sus hijos, casi muere desangrada, fueron horas de
muchísima angustia temiendo por su vida. Todas oramos intensamente, eso era lo
único sensato que podíamos hacer además de acompañar a su esposo y familiares
para que sintieran el apoyo y la esperanza de quienes tenemos fe. Estábamos
cerca del 8 de diciembre y yo le ofrecí su vida a la virgen santa, este año
iremos juntas a la fiesta mariana que más he celebrado en mi vida: la
Inmaculada Concepción.
También por Gracia divina tú y yo estamos vivos, yo escribiendo y
tú leyendo, hoy tenemos un día más de vida, gracias
a Dios. Si cuando la enfermedad, la angustia o la muerte tocan a mi
puerta soy capaz de reconocer el don diario
de estar viva, ¿por qué me cuesta tanto reconocerlo día a día? ¿Por qué hago
todo lo posible por olvidarme del presente y navego con facilidad hacia el
pasado o el futuro? ¡Qué pena! Es como si al darme un obsequio sólo lo mirara
de reojo, sin darle importancia, sin agradecerlo. ¿Acaso importa si me gusta o
no? ¿He pensado en lo que hizo o dejó de hacer el otro para darme ese obsequio?
¿Cuán dispuesta estoy a salir de mí y ponerme los zapatos del otro? Las
respuestas de estas preguntas en mi vida sólo evidencian esa tensión entre el
bien que deseo hacer y el mal que hago, hoy me reconozco limitada y falible.
Para agradecer es indispensable salir del egoísmo, salir de la zona en la que confortablemente
sólo estoy al tanto y al pendiente de mí misma y mis problemas. Me lo he puesto
como tarea, abro los ojos y agradezco a Dios así me duela todo el cuerpo y haya
tenido una mala noche: agradezco. A
veces me obligo a hacerlo, otras, la
misma lista de cosas por las que agradezco hacen que mi corazón se ablande y
agradezca de verdad, verdad. Hoy agradezco por este don que Dios ha inscrito en
mi corazón, éste que me permite ver mis guerras perdidas y los trofeos que me he
traído a casa después de esas intestinas batallas.Gracias Dios por mi vida y las circunstancias que me das. G R A C I A S
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