Octubre 1ero.
¿Tiempo de despedidas?
Para mi hermana del alma
Amanece el día y estamos despidiendo el día
de ayer que se fue con rapidez en medio del cansancio y la oración. Amanece, un
día como el de hoy, y se van los amigos a buscar otros rumbos menos aciagos,
menos peligrosos, menos, menos,… te restan, se restan de qué, pero se suman a
mi oración.
Amanece, y de pronto, soy la hija única de
una prole de 3, y te despides del apoyo cercano de tus hermanos, de ver crecer
y consentir a tus sobrinos; y sólo queda la distancia, la preocupación y la
oración.
Amaneció otro día y le dices adiós a la
adulta trabajadora y reproductiva, y la regla pasa a ser una excepción, un año
de más abdomen, de más resequedad en la piel, más kilos y más cremas, también
más oración.
De pronto, un amanecer te despides de tu hijito
porque ya cumplió un cuarto de siglo, y es todo un hombre que tiene trabajo,
planes, novia, sus propios proyectos a futuro, te despides de él a diario
bendiciendo su vida y en la noche encomendando su calle con una oración.
Te despides de la esposa que salía a diario
a trabajar, que hacía la comida con prisa, que no compartía la mesa con su
marido entre semana, que tenía tantas preocupaciones y sueños ajenos, tantos
encuentros y desencuentros con sus compañeros de trabajo, de esa profe que con
tesón entregó y recibió lo mejor de sus alumnos: su humanidad., hoy por todos
ellos elevo una oración.
Amanece, y de pronto, ya no eres la hija
que pide a gritos reconocimiento y atención, te despides de querer un puesto
debajo de sus alas, y que te metan la comidita
masticada por sus preceptos, te despides porque sabes que no te
enseñarán a volar, desde lo alto pido al cielo que me enseñe a orar por ellos.
Amaneció, y gracias a Dios todos los días
amanece, y te vas despidiendo de un permanente reclamo interno de una
injustificada sensación de minusvalía interior, de unas enormes ganas de llorar
ante la imposibilidad de cambiar el panorama nacional, te despides de la rabia
y la impotencia, le dices adiós con deseos de que se monten en un vuelo
trasatlántico que traiga de vuelta a las familias exiliadas, a los amigos
expatriados, a los muertos a balazos, a los corazones rotos por las nostalgia y
a los ojos hechos agua por el desarraigo.
Hoy amanece y aprovecho de llover por esas
despedidas que no he mojado, esos hombros que no he abrazado, por esos llantos
que no he escuchado y las palabras que se van sin oídos, por esas cartas que no
he escrito, esos cumpleaños que no he celebrado, lloro con la convicción de que
mi oración los acompaña.
Amaneció, y sin darme cuenta, no sólo tus
padres se han vuelto viejos, sino también
los de tus amigos, los que ya no han muerto, y le des la bienvenida a otras
relación con ellos, otra visión, ya no son tan independientes, tan seguros, tan
lúcidos, y se niegan a dejarse llevar, a aceptar, y también te toca despedirte
de ellos, de lo que fueron, y orar mucho más por tus amigos y por ellos.
Amaneció, y de pronto miras tus senos que afectados por la gravedad disparan hacia
los lados, tu abdomen por exceso de escritorio y por hambre de hormonas aumenta
de tamaño, tu piel pide a gritos agua y cremas humectantes, y tus cachetes ya no
quedan donde estaban antes y se chorrean con tu deseo sexual, y los encuentros en
la cama son más escasos que los de tercer tipo, por eso no oro, tampoco lloro, sólo
me despido…
Y los días pasan, y los amaneceres llegan y
de pronto es de día otra vez, y bendito Dios, cada día voy muriendo a lo que fui,
y renaciendo a lo que soy, saliendo como la crisálida apenas del capullo y desplegando
mis alas fortalecidas de tanto retorcerse dentro del caparazón, sonrío y agradezco
a Dios por la vida y por este nuevo amanecer.
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