Noviembre 10
¿Es por tu gracia?
El lunes amaneció clarito el azul, agradecí
el haber podido ir al parque a hacer Tai Chi, agradecí la vida y me di a la tarea
de cocinar. El lunes amanecí con propósito de enmienda, queriendo amigarme con lo
que por costumbre me había peleado, poniendo mi cuota para que la rutina no socavara
mi conversación matutina con Dios y lo que le he estado prometiendo: procuraré ofrecerte cualquier acción o encuentro
para que tú lo bendigas. Transcurrió la mañana con alegría y sin novedad, se
asomó el mediodía y con el sol cenital llegó a nuestra casa mi papá y sus tareas
pendientes, sus exigencias, sus cosas que me causan gracia; dispuesta a todo me
instalé a atenderlo. Todo iba muy bien hasta que, ya para despedirse, y con una
sola oración me dejó devastada y llorando como una chiquita.
¿Cómo se va a reír de lo que me causa frustración?
¿Cómo es posible que todavía, después de 53 años, no lo conozca? ¿Cómo puedo ser
tan vulnerable a su abrasivo humor o a su falta de tacto? Me repito una y otra vez:
sé que me quiere. Me atrevo a afirmar que hay una verdadera relación irracional
con los padres y las madres. Sus cosas, las que ya conocemos hasta el cansancio,
y de las que la mayoría de la gente les ríe como cosa de viejos todavía impactan a la niña que hay adentro esperando
el reconocimiento de su papá. Y aunque la guerrera ya no me visita con tanta frecuencia,
se hizo presente e inició frente mi esposo un acto de autocompasión y agresión hacia
él, un drama que se comenzó a escribir como acostumbraba a hacerlo:
–Claaaro, tú no entiendes, ¿qué-vas-a-entender?,
si en tu casa son capaces de celebrarte cualquier cosa, –le decía airada a Eligio–,
y seguía mi langui li langui, y de pronto me escuché diciendo:
–Sé que no
quieres darle importancia a mis lágrimas, ni saber que sufro porque me amas, te
importo y te cuesta verme llorar.
Cuando yo escuché que eso salía de mis labios,
era tal como si me estuviese escuchando en un ensayo, en una grabación, estaba impactada. ¿Esa era
yo? Sí, éramos mi propósito de enmienda y
yo, mi oración actuando a pesar de que mi niña herida seguía moqueando. Mi asombro
era mucho y mi corazón se constriñó más cuando mi esposo caminó hasta mí y me abrazó.
Estamos aprendiendo a discriminar, cero generalización. La guerrera está aprendiendo a discriminar entre la frustración que le causa la relación con mi padre, la impotencia ya no la ciega, ya no puede pagarla con nadie más, y mucho menos con quien se ha mantenido con ternura a su lado. Esto es 'Gracia de
Dios', su amor regalándome ternura, sacándome de la zona de conflicto, tu paciencia Señor que me transforma, y que poco a poco, va llenando mis vacíos. G R A C I A S!!!
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