Noviembre 29
¿Solo estás cansada o hay algo
más?
Una amenaza de lumbalgia me
ha hecho recurrir a los relajantes musculares y a pedir a gritos un descanso, un
alto. Más de una semana sin escribir,
me parece insólito que no haya tenido el tiempo, pero sobre todo las energías
para hacerlo. De nuevo mi cuerpo está resentido, me ha reclamado: –¿con qué trabajando
desde el deber y no desde el querer? ¿Con que esas tenemos? Vuelvo a
experimentar el cansancio y la sensación de que no doy más, de que me he
exigido mucho y solo deseo descansar, bajarme del tren de las cosas pendientes,
de lo que hay que hacer, mejorar, pagar, arreglar,...
Quizás sigo vinculándome solo con
la responsabilidad jeje. Es muy probable que siga ocupándome de más cosas de
las que me corresponden, y aunque reconozco que he mejorado notablemente,
todavía puedo seguir delegando, diciendo que NO, descansando en quienes están a
mi lado, confiando, exigiendo menos de mí y de las circunstancias, simplificando.
En el fondo tengo la sensación de que hay tanto por hacer. Primero conmigo, con
mi casa y mi familia, y con este país en el que todo está por construirse y por
hacerse, hay tanta necesidad y dolor afuera, ¿cómo quedarme quieta? Sé que hay diferencia entre indiferente y quieta, pero todavía no la
asimilo. Siempre tengo en la boca el sabor de que puedo hacer más, dar
más, ¡terrible autoexigencia!, ¿cuándo llegarás a mi vida bendita ponderación?, ¿cuándo
cesarás impaciencia? Si todo, como dice una canción de Juan Luis
Guerra, tiene su momento.
Es terrible no poder reconocer las
limitaciones humanas y querer tener más fuerzas, semejante insolencia tiene sus
consecuencias. El cuerpo sabiamente me lo recuerda, avisa cuando mis creencias o
mis actuaciones son disonantes en el concierto de la vida. No lo hace para castigarme,
sino con la intención de hacerme ver lo que no es perceptible para mi programación,
hay que desinstalar ese software o pedir una actualización.
Eso te pido hoy Señor, en medio de
este cansancio, al inicio de este tiempo de adviento, ayúdame a aceptarme humana,
pequeña y limitada. Permíteme también ver lo que he hecho en pro, a recoger la cosecha
con gusto –sin demasiadas exigencias-, a no sentir culpa en medio de mi descanso
ni en el del otro, permíteme encontrarte en la oración para poder salir con tu fortaleza
y no desde la mía. Enséñame a cómo es que se disfruta de la vida, de lo simple y
de lo pequeño, ayúdame que yo no sé, pero deseo con todo mi corazón aprender hacerlo, sé que tengo un maestro en casa, pero me cuesta aprenderlo con él.
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