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sábado, 5 de diciembre de 2015

¿Cómo regreso a casa?


Diciembre 4
¿Cómo regreso a casa?
El amor da sentido y matriz al desapego
Resultado de imagen para entre la neblina en venezuelaFueron tres días de recordarlos y extrañar su presencia, de orar y descubrirlos en mis peticiones, de bucear hacia dentro para encontrar tesoros y calaveras. Fueron tres días de andar, sola o en compañía de entrañables amigos, por paisajes llenos de frío y niebla. Días en los que estuve plenamente agradecida, mis sentidos extasiados ante la imponente natura –diría Andrés Bello– y mi alma inquieta por la espesura de los sentimientos. Fueron días protagonizados por el descanso, custodiados por la amistad y los sacramentos. Fui a presentar mis cargas ante tu sagrada presencia, me llevaste dulcemente a tu casa a encontrarme con tu grandeza, y a toparme con mi pequeña humanidad –a la que todavía no tolero–. Creo que sigo sin dejarte entrar en lo más íntimo de mi corazón, que obstinado y  endurecido, no sabe cómo amar lo que nunca antes se supo amado.
¿Qué me impide ser más cálida a mi llegada a casa? ¿Acaso se tropieza tu corazón con el mío? ¿Qué hay en mi acostumbrado diálogo interno que disparan, de un solo tiro, la queja y la inconformidad? ¿Por qué de una vez me visto con el traje de entre e’casa y las conversaciones de rutina? ¿Por qué espero a mi llegada que me besas y me abraces amorosamente? ¿Qué hay en mis preguntas que te hacen desear de nuevo la soledad? ¿Realmente qué extrañamos el uno del otro? ¿Por qué espero que te intereses en cómo he pasado los días o me cuentes cómo estuvo tu corazón? ¿Quién responde adentro por estas conductas nuestras? ¿Qué hay dentro de tanto silencio? Solo puedo responder por mí.
Fueron muchos años montada en la torre, armada, solitaria y herida, imaginando una vida que no tuve, construyendo un cuento, personajes y diálogos internos para mitigar la soledad y la falta de mimos. Años de lamerme las heridas y de salir enfurecida porque no tenía lo que soñaba. Años de insatisfacción, de contarme la película me inventé, con happy ending a lo Hollywood, para luego contrastarla mezquinamente con la realidad que padecía. Ese fantasma recorre mis pasillos, habita en mi interior y me susurra frases que empañan mi paisaje, que hacen pulsar desde mis venas borbotones de sangre, oscura y espesa, a la que no quiero escuchar zumbar en mis oídos. Todavía se arrastra pesadamente por mi interior, susurrándome que trabaje incansablemente por buscar la perfección –ser la que no soy– hasta caer tendida en una cama, como muerta, para que ella pueda habitarme a sus anchas, y volver a desintegrar lo que he recuperado de mi ser. Me encantaría hacerle un exorcismo para expulsarla o exiliarla con un abracadabra patadecabra y ya. Desearía que bastara sólo con darme cuenta de que todavía le queda vida para dejarla morir en paz, sin necesidad de purgar desde adentro, sin tener este desasosiego que me aparta de mí y de los de mi hogar.
¿Qué queda después de dejar de comparar mi vida con la de otros? ¿Será por eso que me gusta fantasear y escribir, para reparar esos anhelos? ¿Cómo se reconcilia uno con su propia vida? ¿Cómo aprendo a amarla? Y mi intuición me sopla al oído: –Te invito a dar el paso, el decisivo, ese en el que interiormente dices ‘ya no más’, dispón tu corazón a mirar con otro sentido lo simple, lo sencillo, déjate asombrar por lo cotidiano, por lo que siempre ha estado ahí y ha sido invisible a tus ojos. Reconcíliate con tu humanidad y aprende a amarla, reconcíliate con la humanidad de tus cercanos y déjate amar sin grandes espectáculos. Escucha el amor que hay en sus pequeños pasos, en su silente presencia; cuando te esperan en casa con un cuento, un abrazo o un beso, formas parte de sus vidas y te esperan con lo que son. Míralos con amor cuando te ayudan a llevar tus cargas, igual una maleta que las bolsas del abasto o la enfermedad de uno de tus padres. Siente su amor cuando llegan a casa con tu chuchería favorita o llenos de detalles de un pequeño viaje. Cuando te compran el desayuno y te hacen el café, como a-ti-te-gusta. Cuando intentan complacerte saliendo de su zona de confort o de su ostracismo. Cuando te acompañan en tus empresas, aunque a veces te hayan visto naufragar.
¡Señor, no permitas que escuche más el susurro del viento frío que traen al arrastrar sus cadenas, ni el comentario insidioso que susurran a mi oído sin descanso, ni que solo vea los grafitis atiborrados de inconformismo con que tapizan las paredes de mi alcoba interior! Te pido Señor que me libres de la tentación de andar solo ocupándome de mí y mis reclamos internos. ¡Pido tu auxilio Señor!  Encárgate tú de mí y de mis fantasmas, de los que cincelan la dureza de mi corazón, los que me invitan a juzgar y a acusar, los que me separan de mi prójimo y no permiten vernos como iguales. ¡Cuento con tu gracia y con tu auxilio Señor!

miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Es por tu gracia?


Noviembre 10


¿Es por tu gracia?


El lunes amaneció clarito el azul, agradecí el haber podido ir al parque a hacer Tai Chi, agradecí la vida y me di a la tarea de cocinar. El lunes amanecí con propósito de enmienda, queriendo amigarme con lo que por costumbre me había peleado, poniendo mi cuota para que la rutina no socavara mi conversación matutina con Dios y lo que le he estado prometiendo: procuraré ofrecerte cualquier acción o encuentro para que tú lo bendigas. Transcurrió la mañana con alegría y sin novedad, se asomó el mediodía y con el sol cenital llegó a nuestra casa mi papá y sus tareas pendientes, sus exigencias, sus cosas que me causan gracia; dispuesta a todo me instalé a atenderlo. Todo iba muy bien hasta que, ya para despedirse, y con una sola oración me dejó devastada y llorando como una chiquita.


¿Cómo se va a reír de lo que me causa frustración? ¿Cómo es posible que todavía, después de 53 años, no lo conozca? ¿Cómo puedo ser tan vulnerable a su abrasivo humor o a su falta de tacto? Me repito una y otra vez: sé que me quiere. Me atrevo a afirmar que hay una verdadera relación irracional con los padres y las madres. Sus cosas, las que ya conocemos hasta el cansancio, y de las que la mayoría de la gente les ríe como cosa de viejos todavía impactan a la niña que hay adentro esperando el reconocimiento de su papá. Y aunque la guerrera ya no me visita con tanta frecuencia, se hizo presente e inició frente mi esposo un acto de autocompasión y agresión hacia él, un drama que se comenzó a escribir como acostumbraba a hacerlo:


–Claaaro, tú no entiendes, ¿qué-vas-a-entender?, si en tu casa son capaces de celebrarte cualquier cosa, –le decía airada a Eligio–, y seguía mi langui li langui, y de pronto me escuché diciendo: 
–Sé que no quieres darle importancia a mis lágrimas, ni saber que sufro porque me amas, te importo y te cuesta verme llorar.


Cuando yo escuché que eso salía de mis labios, era tal como si me estuviese escuchando en un ensayo, en una grabación, estaba impactada. ¿Esa era yo?  Sí, éramos mi propósito de enmienda y yo, mi oración actuando a pesar de que mi niña herida seguía moqueando. Mi asombro era mucho y mi corazón se constriñó más cuando mi esposo caminó hasta mí y me abrazó. Estamos aprendiendo a discriminar, cero generalización. La guerrera está aprendiendo a discriminar entre la frustración que le causa la relación con mi padre, la impotencia ya no la ciega, ya no puede pagarla con nadie más, y mucho menos con quien se ha mantenido con ternura a su lado. Esto es 'Gracia de Dios', su amor regalándome ternura, sacándome de la zona de conflicto, tu paciencia Señor que me transforma, y que poco a poco, va llenando mis vacíos. G R A C I A S!!!

viernes, 16 de octubre de 2015

¿Cómo se deponen las armas?



Octubre 15



¿Cómo se deponen las armas?




¿Ahora quién me pide que cambie un poco? Que por lo menos que cambies la actitud y el tono de la voz. Que cambies la forma de dirigir la mirada sobre los otros y sobre ti misma. ¿Acaso puedes respirar y sonreír ante el propio error o ante el traspié ajeno? Tal vez no tengas que sentarte todo el tiempo en el banquillo del acusado o ser el juez acusador, a lo mejor pudieras estar sentada en el público observando sin analizar hasta el cansancio, sin pensar exhaustivamente. Esa herencia, esa tendencia obsesiva de análisis profundo y categórico de cualquier hecho que me impacte ¿de qué me ha servido? Parezco una rumiante con un solo estómago, con hipertrofia del pensamiento y parálisis del corazón… ¿sigo analizando? Jajaja es un hábito en extremo arraigado. Mi gran imaginación para construir personajes y paisajes, construye el escenario bélico no sin antes haber hecho un análisis pormenorizado del sujeto motivo de ataque. La mayoría de las veces, quien ingresa a la contienda es inocente de su papel de oponente. Los más avezados  han afilado su espada y tienen a la mano escudo, y lanzan una que otra palabra mal hiriente, por si acaso.



¿De qué manera te puedes aproximar a la ternura y al abrazo? ¿De qué forma puedes ser tú quien dé el primer paso? ¿Acaso eso es posible sin que haya culpa o miedo de por medio? ¿Cuál es la otra alternativa a luchar o enfrascarse en un ataque frontal cual caballero blanco de Ajax? ¿Sabes hacer algo diferente a pelear? ¿Cómo te gustaría ser tratada o abrazada, aceptada o recibida? ¿Cómo te gustaría ser escuchada? ¿Será posible que te decidas a deponer las armas y a probar otro camino? Quizás te pida mucho, pero ¿puedes cambiarlas por otras más seductoras y menos evidentes? ¿Puedes hacerlo, por favor?

miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Cómo te miro ahora?

Septiembre 29

¿Cómo te miro ahora?
Lo contrario al amor no es el odio, es el miedo que te paraliza el alma y te aleja de Dios.

Al evocarte es inevitable recordar el trastorno familiar que significaba una gripe tuya, un colon irritado… Tu mal humor cubría la casa como una niebla que transformaba tu rostro en una máscara de dolor, y el de mi madre en uno de enorme preocupación: sus ojos se achicaban y su frente se fruncía y su cuerpo tenía una crispación como si acabara de despertarse de un mal sueño. Ella se esmeraba por atenderle y quitarle la cara de asco, que indefectiblemente iba acompañada por un quejido permanente. Al evocarlo me da risa tanto drama en pareja y tanto público que lo acompañara jajaja. Su malestar probablemente era consecuencia su tristeza, su rabia, su desconsuelo…  Esa rabia, ese malestar que se me hizo tan familiar, tan presente y de la que me sentí culpable por tantos años. -Su-papá-está-enfermo, tiene gripe, decía mi mamá con cara de acontecimiento, y eso le daba más derecho a expandir su pesada niebla gris, la que no nos dejaba mirarle con compasión y ternura, para mí sólo era posible la culpa y el miedo, por no habernos comportado como debíamos (nunca supe cómo era lo correcto, sólo sabía que lo hacíamos mal) y eso también incluía a mi mamá, que se deshacía en atenciones que eran mal recibidas.

Creo que él tampoco se sabe amado, o se siente amado, “ese-niño-nació-bravo”, decía mi abuela, “lloraba sin cesar de día y de noche” por eso le tuvimos que alejar de la casa, que lo atendiera la Chacha y le diera leche e’burra porque todas las demás le daban cólicos. ¿Mi abuela lo cargó? ¿Lo amamantó? ¿No-lo-hizo?, me pregunto con las manos en la cabeza, qué buena broma, ¿su mamá no lo cargó?

En ese afán de ser contenido y consolado el niño, el llorón, el diferente a sus hermanos, creció, quizás esperando otra cosa, conocer el amor, y lo buscó en el arte, su pasión, la cual trastocó en deseos de inversión. Le ha exigido mucho a esa alma de trovador. Ese espíritu bohemio aterrado por la miseria aprendió a confiar (si acaso) en sus propias fuerzas, a desconfiar de todos los demás… incluso de Dios, se guardó la vocación en los bolsillos y se propuso no sólo salir de la pobreza, sino nunca más probar los sinsabores del desalojo y el desamparo.  


Por eso cuento mi cuento desde él, que me engendró y me crió, quien creyó que me amaba, aún cuando me rechazaba cuando me enfermaba porque me creía una amenaza para su frágil salud (único motivo para llamar la atención) y su enorme ego. Cuando no confió en mis capacidades y me repitió que era un desastre y la más débil de sus hijos. Cuando tuvo miedo de que creciera y fracasara, entonces me infundió su miedo como una sombra que me impedía ver el soplo de vida, la luz que había dentro de mí. Que me castigó por ser mujer, las que no aman y pecan, las que siempre tienen la culpa de sus dolores y malestares, quienes ni lo cuidan, ni lo quieren, ni lo aman, ni lo cargan cuando llora recién nacido y es expulsado de la casa materna para-que-lo-alimente-la-criada-con-leche-de-burra, -Callen a ese niño… llévatelo Chacha, llévatelo de aquí para que se calle, y los brazos de su madre no lo sostuvieron, no lo acunaron, no contuvieron su dolor, su desconsuelo… ese que nunca ha cesado, no ha cesado de arderle el esófago y de inflamarle el colon, o de envenenarle el hígado, … creció el niño sin los brazos de su madre que le cargara, que le dijera shshsh  no-pasa-nada-mi-amor, aquí estoy no pasa nada.

-Ay!!! Pobrecito mi papá que cuando murió mi abuela en vez de manifestar tristeza mostró rabia, se peleó con sus hermanas y con Dios porque nunca pudo recuperar el amor de Doña Inés, la guerrera.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

¿Recalculando?


Septiembre 22
¿Recalculando?
El brazo de Dios te alcanza incluso cuando estás en la sima.
Anoche me tocó ver una performance de lo que muchas veces he hecho en mi vida, no cabía en mi asombro. Solía lanzarme, cual el boxeador de la representación, a echarme golpes con la gente (con algunos en particular), una y otra vez hasta agotarme, hasta desgastarme por falta de estrategia o de claridad. Había mucho ruido en mi cabeza y en mi corazón, y tontamente luchaba contra el mismo oponente utilizando siempre la misma y fallida táctica; entonces la derrota y la frustración eran inminentes, y con ellas llegaban la rabia, la furia. No era posible detenerme a escuchar, ni siquiera a Dios,  ni dejarme guiar o dirigir más que por mi ego herido o mis creencias. Así iba por la vida echando pa’lante a brazo partido hasta quedar exangüe (siempre quise utilizar esa palabra), casi desfallecida. ¿Cómo escuchar otro punto de vista? ¿Cómo desmontar el parapeto que se había creado para que respondiera a lo preestablecido para las mujeres de mi generación? ¿Cómo no se cumplirían los más primarios temores de mi padre de que me convirtiera en una perdida? ¿Cómo? Luchando decididamente, no había de otra, y con mis propias fuerzas y a pesar de mí, nadie más me podía ayudar, ni Dios porque Él sólo aparecía como la fórmula del líbrame-del-mal-amén, pero no como una certeza de que sí estaría conmigo en la hora de la prueba y que me amaría a pesar de mi bajeza, todo lo contrario, era indigna del amor de Dios. A la mejor usanza de los Fariseos, las pruebas llegarían por mi mala conducta, por mis malas decisiones, o quizás, por mi mala índole, eso creía hasta hace poco. Entonces, ¿qué me toca hacer con toda esa basura? Como todo lo que se reconoce como inservible, cuando revisamos nuestro closet, desecharlo, no sin antes revisarlo detenidamente, examinarlo, por eso de que uno no se despega tan fácilmente de los hábitos o de las cosas, incluso de lo más dañino e inútil es difícil prescindir.

         En ese andar, el brazo de Dios se tendió hasta mí, y comencé a decirle que sí, sin todavía conocerlo, y mis súplicas desde el barro fueron escuchadas. Él alargó su brazo y me permitió ver a sus enviados, me envió a sus ángeles para enseñarme a volar, mejor dicho, para que aprendiera a volar. ¿Qué me está regalando Dios con este nuevo amanecer? Me regala la posibilidad de ajustar mi GPS, y de recalcular para que Él siga siendo el satélite con el que se conecta mi señal, me obsequia su Palabra que ilumina y me sorprende en boca de mis hermanos,  una nueva oración, y hoy, se lo quiero agradecer.