Mayo 31
Mayo es un mes muy simbólico para mí. Pudiera pensar, en aquel mayo en
el que éramos novios y toda la ciudad se vestía de lila, blanco y rosado, la
Av. Lara era una hilera de apamates en flor, y nosotros caminábamos viéndolos y
asombrándonos de su belleza, las tardes azules o los sábados lluviosos, y
nosotros caminando, después del cine club, leyendo juntos a Camus o a cualquier
poeta maldito, y yo embelesada por tus ojos grandes y tus pestañas negras y
abundantes, la manera en cómo te dolía el dolor ajeno, todo lo que sabías y
habías leído, me parecía increíble, era novia de un poeta, no lo podía creer,
me enamoré de ti, sé que nos enamoramos.
Hoy sonrío al rememorar estos días felices y de
muchas lecturas, besos (siempre me encantaron tus labios carnosos), encuentros y
anhelos compartidos, jugábamos, veíamos muchas películas y compartíamos con nuestros
amigos, a veces, escribíamos juntos, hasta formamos un grupo de escritores y
artistas plásticos, logramos una publicación conjunta, hermosa época de
compañerismo y complicidad, como si tuviésemos una vida aparte del mundo. En la
universidad, me gradué primero que tú, ya había una diferencia entre tus días y
los míos, comencé a llenarme de trabajo y a pujar para que te graduaras pronto
y consiguieras empleo, desde allí, ingenua y sutilmente, comenzó nuestra gran
diferencia, nos conformamos con el amor, con compartir las ideas y cosas
comunes, pero cada quien se quedó con su propia visión de futuro, sin
compartirla con el otro, no hubo puesta de cartas en la mesa, o quizás yo no me
atreví a poner las mías. Tenía miedo, no sabía ser yo misma.
Acostumbrada a complacer a los demás, me resultaba
imposible ser sincera respecto a mí misma. No había, en mi interior, un lugar
seguro al cual recurrir, el temor a ser rechazada, malquerida, no aceptada era
superior a mi dureza de carácter, a mi energía desbordada, a mi corazón herido
e iracundo. Agazapada en mi interior había una niña rechazada, necesitando amor
y aprobación, a falta de eso, construí uno de mis recursos más preciados: la
actuación. Actuaba para los demás, actuaba para mí misma, me ajustaba a la
gente para que me aceptaran, me ajustaba a los grupos, mentía constante y
descaradamente (se contraen mis músculos
al escribirlo), me avergüenza reconocerlo, simplemente actuaba, y cuando
quería recurrir a lo que verdaderamente sentía o quería, a lo que me parecía, sólo me
conseguía una cantidad de vestuarios usados, hechos a las otras medidas, y no
sabía lo que realmente me gustaba, me frustraba, me enfurecía, porque no
conseguía mi propio traje o no sabía cuál era el que yo quería.
Mi inteligencia de supervivencia, el miedo al
rechazo, la inseguridad sobre mis capacidades, el miedo en general, me impelía
a actuar en complacencia a los demás, incluso, en el fondo, deseaba complacer a
mis padres, a quienes aparentemente me rebelaba y rechazaba. Incluso a ellos, a
quienes quise conquistar con mis encantos cuando pequeña, a quienes intenté me
amaran y no sólo se preocuparan por mí, por lo que irían a sufrir si algo me
pasaba, por todo lo que se habían sacrificado por mí, incluso ante ellos
intenté seguir actuando, sin conseguir aplausos, sólo sentía su descontento por
mis elecciones, por mi inmadurez y mi falta de capacidades financieras, para
vivir con éxito en el mundo. Como cualquier lector lo pudo prever, me compré
todos los boletos de esa rifa, y por supuesto, ME-LA-GANÉEEEEEEE
Ya
no sé qué tiene que ver mayo con esta lluvia que sale de mis ojos, con este
picor en la garganta y con el dolor, punzante y penetrante, que siento el
centro del pecho. Dolor y contracción muscular, eso me resume a veces, hoy
camino en medio de él, a través de esa historia y recojo pedazos bellos,
buenos, agradables, felices, los quiero recoger para reconstruir lo que he sido
y lo que seré, camino en presente continuo por esta historia mía, para
reconocerme, para no ser lástima y ayayay, para no seguir reclamando afuera lo
que no consigo dentro de mí, para encontrarme con ese Amor que me creó, con esa Marinés que fue creada a su imagen y semejanza, a la cual escogió, no por sus
talentos, sino por su disposición y deseos de compartir el Amor que,
gratuitamente, se le ha entregado.
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