Junio 14
Esa era una pregunta que nos hacía constantemente
nuestro hijo, le interesaba muchísimo, sobre todo porque su amado papi le
recreaba las cosas, a veces las exageraba, y eso a Leonel le encantaba. Ese
modo de ser, siempre buscando el juego y la sonrisa, eso que me enamoró de ti,
también enamoró a tu hijo de ti. Los recuerdo jugando juntos y cómplices, la
memoria los trae convirtiendo el apartamento completo en una pista de carritos,
y Leonel fascinado, y yo molesta y sin poder unirme al juego. ¿Cuándo perdimos
algunas mujeres el deseo de jugar? Somos tan mamás, tan adultas, tan llenas de
responsabilidad… lo soy aún.
Recuerdo el agosto en el que yo estudiaba como loca
y Leo se desprendió de tu regazo para buscar el juego con los amigos. Recuerdo tu guayabo, y él hediondo a sol, sudando, inmundo ya ni te paraba,
y esa soledad tú no la podías comprender. ¿Qué se hizo mi compañero de juegos?
¿A dónde se fue? Y yo… metida de pie y
cabeza en los libros en inglés, y tratando de amigarme con la computadora y el
internet: ¿Qué se hizo mi compañera de alcoba? ¿Quién me la robó? Y te fuimos
dejando solo con tu música, solo con tus libros, con tu silencio y esas ganas
de no entrometerte, de no estorbar más de la cuenta.
Eso siempre has tenido tú, haces mutis con
facilidad, como en el teatro, sales silenciosamente por una pata, y desde
allí, observas la escena, callas, te haces tu opinión pero nos dejas actuar, no
intervienes, no opinas, no preguntas, dejas en espera de que los demás también
te dejemos ser y estar. Y después de muchos años siendo una familia dedicada a
la docencia y aficionada al teatro, pasamos a crecer cada uno de una forma casi
independiente… y no sé muy bien cuándo y cómo lo dejamos pasar, pero sucedió.
Escribo las líneas, lo veo en la distancia, y me impresiono más y más.
¿Qué pasó? ¿En qué encrucijada lo decidimos? Aún no
lo sé, y no es cuestión de arrepentirme o no, es que la vida puede pasar y no
darnos cuenta del cambio de rumbo, o no decir nada si te diste cuenta, nada de
echarnos culpas a esta alturas, sólo repasar el camino recorrido y ver qué
aprendimos, qué hay bueno para contar. Eso es todo. Agradecer a Dios que a
pesar de los desencuentros y abandonos, aún esto huele a amor, pedir perdón por
la infidelidad al dejarte por el trabajo y los logros, ¿reclamar tu silencio?
Tal vez ya lo hice, ya sólo queda contar y emprender un nuevo camino, el
regreso al amor, a la pasión, a compartir los perfumes, las piedras preciosas
y los sabores preferidos, a reinventar
caricias que despierten el gozo de las almas, de los cuerpos y su encuentro.
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