Mayo 19
“Soy de ese tipo de personas que no acaba de
comprender las cosas hasta que las pone por escrito.”
Haruki Murakami,
Tokio Blues
Ay… bueno… en algún momento tenía que comenzar a
escribir en digital, aquí estoy, con muchas cosas dando vueltas en mi cabeza,
pero creo que por salud mental es indispensable que deje de estar esperando que
algo extraordinario (sobrenatural) pase para empezar a confiar en mi tLeonelnto
para escribir, y que él, como regalo de Dios, me ayudará a salvarme, o por lo
menos que no mate a alguien, por ejemplo, a mi esposo.
Necesito comenzar a hacer algo, algo para mi, para
sentirme útil y productiva, algo que ocupe mi inquieta e imperiosa mente, algo que
le permita a Eligio ver cómo vive parte de su vida de jubilado en PAZ (jajaja)
y que le muestre, con mi actuar, que ahora es cuando tenemos cosas que hacer y
compartir con la gente. Sé que si no estuviera en terapia, sé que si no hubiese
perseverado, estuviese tratando de evadir los esquemas que me aterran modelar,
pero que la costumbre, la falta de confianza en sí y en tu pareja, la rutina,
la zona de confort te hace repetir los patrones de tus padres, a quienes viste
por más de 50 años pelear y no ponerse de acuerdo en nada, pero que decían
amarse hasta el punto de tolerase insultos, descalificaciones y quejas
constantes.
Esta es
parte de mi tarea, ¿en qué te gustaría ocupar tus días?, anota ideas que se te
ocurran de lo que puedas hacer, no importa que parezcan absurdas, solo
anótalas, fue la sugerencia. Luego se pensaría cuál es el target, cómo hacer
llegar el producto a la gente, …y luego… un plan de negocios. Eso me da terror,
¿hacer algo que no tienen 15 y último, como diría mi amado Cabrujas? Y como
suele ocurrir, por esta medianía del año, desde hace un tiempito, empecé a
querer arrastrar y convencer a mi marido, vamos, qué se te ocurre?, dime? Y
vuelve la burra al monte. Hoy, haciendo Liang gong, y recordando las sabias
palabras de a mi amada Coromoto, “va
llegar un momento en que los ruidos, los tics, lo que haga o deje de hacer el
que está a tu lado no te perturbará”. Respiré hondo e intenté concentrarme
sólo en mi cuerpo, en sentir y ver cómo ese cuerpo estaba ahí, justo en esa
mañana lluviosa y podía moverse, y disfrutar de esos movimientos.
Desde ese instante de iluminación, el resto de mi
día persistió una contracción muscular en el muslo derecho, el cuerpo no deja de hablar, y la cabeza
bullendo de ideas, de cosas, pero nada que me disponía a sentarme a escribir mi
tarea, en mi mente la había postergado porque la computadora estaba lenta,
porque el estudio persiste desordenado, porque nos estamos quedando sin ahorros
y hay que hacer algo, porque me he acomodado al modelo de descanso extremo de
mi marido y me ha dado por jugar con el celular, excusa tras excusa para
mantenerme en ese estado de no-hacer-nada, más que lo justo, lo indispensable,
y eso sí, mucho mucho mucho pensar, y creo que si sigo así, moriré ahogada en
pensamientos o mataré, al menos, a mi marido porque el mundo de mis
pensamientos es muy oscuro e inquisidor, una vez que consigue una vaina que
reprocharme o echarle en cara a otro, le da vueltas y lo mastica y va creciendo
como si tuviera levadura. Mientras más reposan en mi mente más y más crecen
extrañas ideas que me torturan y que acaban con mi paz, y por ende, con la de
quien a mi lado más tiempo está.
No se crean que el susodicho es un manso corderito,
pero esta historia no la protagonizará él, la protagonista de esta historia soy
yo. Trataré en lo posible de serlo, no por divismo, si no por respeto a los
demás, ¿de quién puedo hablar sino de mi? ¿A quién le hace falta gastar sus
4000 palabras diarias? A mí, por supuesto. ¿De quién puedo hablar sin suponer,
ni elucubrar? De mí, solo de mí. Y así comenzaré a escribir mi historia de una
manera diferente a la de mi mamá, que tiene 54 años echándole la culpa de todo
Io que le pasa y lo que sucede A-MI-PAPÁ.
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