Junio 22
Ya más de una semana sin escribir, el dolor en medio
de la espalda me mueve a sentarme ante la pantalla encendida y teclear. Fue una
semana dura y bendecida, de cocinar en cantidades y de intentar comprar comida.
Hacer mercado alcanzó un rango deportivo en este país desde que se llenó de
escasez, de abuso con los precios y colas. Ya no sólo se han creado nuevas
palabras en torno al acontecimiento, casi me atrevo a afirmar que existen unas
nuevas categorías gramaticales para nombrar y describir lo que en boca de
muchos: no-tiene-nombre. Largas filas de
gente (ya sin dignidad) que se
apuestan desde la noche anterior en las afueras de los lugares donde el
gobierno vende productos regulados, cual bachacos en espera de llenar sus
guaridas, se apuestan en improvisados campamentos nocturnos que incluyen:
hamaca o colchoneta, algunos cobertores o cobijas, más la protección con
plástico negro a modo de media carpa, todo eso en la acera, a veces con niños,
no me quiero ni imaginar lo que tienen que sortear para hacer sus necesidades. Me
prometí no acostumbrarme, me prometí orar por ellos y por esta terrible circunstancia
que nos rodea. Sabemos que es temporal, todo poder terreno lo es, pero a diario
nos preguntamos: ¿hasta cuándo? ¿Qué hacer para no morir de indiferencia?
Por un tiempo, algunos nos mantuvimos con lo que
habíamos guardado previendo lo-que-venía,
dejando de comer o utilizar algunos productos, o comprando a quienes bachaquean
(quienes hacen las colas y venden 10 veces su precio regulado). Pero ya no se
pudo más y tuvimos que ceder a hacer las colas, no sólo para proveernos
nosotros, sino las casas de los más viejos de las familias. En vista de que la
viveza criolla, tanto de menoristas como de mayoristas, han sorteado con creces todas las previsiones
tomadas por el gobierno para tratar de abastecer a la población, o por lo menos
a lo que ellos consideran pueblo, se inventaron un sistema para reducirla a su
mínima expresión: se compran productos regulados según el terminal de la
cédula, además, dentro de los almacenes hay capta huellas. Ahora, toda vez que
alguien te pasa un mensajito o what app comunicando que hay harina de maíz o
leche en un supermercado, tiene la amabilidad de informarte los terminales
de número de cédula que corresponden para ese día: hoy los terminados en 6 y 7.
Y a ti, ¿cuándo te toca?
Me
tocó, nos tocó, hacer las colas, principalmente los lunes, y entonces la vida,
las citas, incluso el trabajo se organiza en torno de ese día, no se puede
hacer nada, sólo la cola, que para no aburrirnos la rotamos entre este, centro y oeste de la ciudad, aunque hay
chinos que si no muestras algún recibo de luz, agua,... para demostrar que
vives en la zona, no te venden productos regulados. Y así, en medio de esta
situación, transcurren los lunes en mi país.
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