Julio 12
A veces, cuando observo o me asombran mis reacciones
ante algunas cosas o situaciones, me detengo y pienso, y me pregunto: ¿De dónde
me viene la obsesión por la perfección? De dónde no, de quién me viene la
autoexigencia o el exceso de pensamiento por sobre la acción, los miedos que
paralizan, la expresión de rabia ante un evento que no puedo manejar,… y pare
usted de contar. He permanecido por mucho tiempo instalada en el deber: lo que tengo que hacer, lo que debo hacer, lo que mi exigencia me dicta que hay que hacer,… ¿lo que quiero? ¿Lo
que deseo? Eso dejó de importarme hace tanto tiempo que ya ni sé cuánto
hace de eso. Me impuse, quizás por controladora o autosuficiente, una serie de
roles dentro de la casa, dentro del trabajo, dentro del grupo de la iglesia, en
un cuadradito quise meter lo complejo de la vida, de las relaciones conmigo,
con Dios, con los demás, me negué a mí misma, mi esencia, mi ser, para danzar
al son que yo creía que los demás deseaban que yo bailara. Porque, ¿cómo saber
a ciencia cierta cuál es la danza que le gusta a los demás?, jugando a ser
Dios, y me lo creí, armé mi cubo, o mis cuadraditos: así en la casa, así en el
trabajo, así en el servicio, así con los amigos…todos conectados por la
exigencia, la perfección, la rabia ante la frustración, todo lo que pasaba por
mis sentidos era tamizado ya por mi preconcepto de los eventos o de la gente,
era escasa la observación, sólo pendiente de complacer hacia afuera. ¿Cómo
comunicarme con Dios? ¿Cómo no ser egocéntrica? ¿Cómo comunicarme con los
demás? De allí viene mi padecimiento crónico: la tiroiditis de Hashiomoto. Una enfermedad autoinmune, produzco
anticuerpos que atacan a mi propia tiroides, la inflamó tanto que la dejó como
una ciruela pasa, arrugada e inútil. ¿Y
a que no adivinan con qué está relacionada esta enfermedad? Con la comunicación, o sea, tengo un crónico
problema de comunicación, ¡Ay Dios! ¿Ahora entienden cómo el cuerpo habla?
¿Cuál es su lenguaje? La inteligencia divina está en nuestras células, y ellas
no se dejan engañar por todos los inventos que podamos tramar para acomodar las
cosas que no están alineadas con nuestra dignidad humana, con nuestro propósito
en la vida, con nuestro ser creado a
la imagen y semejanza de Dios (Gn
1,27).
La
tiroiditis me ha acompañado desde los 23 años, precedida por terribles
amigdalitis, en mi niñez me daban cada 15 días, ¿qué tal? La comunicación ha
sido mi patica coja desde muy niña, ¿cómo habré creado ese patrón malsano? ¿Qué
recursos tengo a la mano para desinstalarlo? He descubierto que cuando escribo
puedo poner en concreto todas las ideas que dan vueltas en mi mente obsesiva,
he descubierto que cuando escribo (para mí misma) puedo decir lo que siento y
pienso, es decir, me comunico. Agradezco a Dios este talento para hacerlo, hoy
lo estoy compartiendo con otros, y también le agradezco por ello. Así entonces
es que he podido iniciar mi rehabilitación, incluso, cuando voy a terapia llevo
mis escritos, cuando oro lo hago por escrito, le he escrito a mi marido, a mi
hijo, a mis amigos… Dios que me creó libre y con un propósito en esta vida me
ha dado los recursos y el talento para poder hacerlo, entonces entendí que al
ser fiel a mi vocación es mi propia tabla de salvación.
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