¿Cuáles son los lentes que he de quitarme?
Hoy ando revuelta, es decir, me he dado varias veces la vuelta jaja. Mi mente danza desde muy
temprano en la mañana queriendo escribir, con ideas revoloteando en mi cabeza y
mi corazón agitado no para de querer echar a volar, necesitaban de mi en la
cocina y pasé casi toda la mañana resistiéndome a estar a allí porque quería
estar aquí tecleando. Anoche vimos una película en la que un joven aprende
tanto a disfrutar su presente, que a pesar de que puede viajar en el tiempo,
decide vivir sus días tal y como se le presentan. Su padre, antes de morir, le
regaló la siguiente lección: vive cada día de tal manera que no quieras otro
sino ese, el que te toca. ¿Y qué me pasa a mí? ¿Qué he de aprender para
disfrutarme los míos, para disfrutar tu compañía y tu presencia en mis días?
¿Cuánta amargura todavía habita en mí? ¿Cuánto dependo de ti y de tus
opiniones? ¿Cómo me desconecto de ese respirador?Eso me suele pasar con frecuencia, algo convence a mi pensamiento,
una idea, una actitud, una actuación… en esa incesante búsqueda de la
tranquilidad me pierdo, sin que de veras eso llegue a destronar a lo que está
en el fondo, entonces lo nuevo lo asumo como mío, de nuevo calmo (con pañitos de agua fría) a lo
que reina en el fondo de mi corazón. Soy fácil de convencer, todo me gusta y me
entusiasma, y si me dispongo tengo la constancia para seguirlo haciendo. Sé que
hasta hoy Dios ha permitido que haga y logre muchas cosas a favor de mi vida
interior, de mi vida conyugal, de mi
vida familiar, pero nunca estoy satisfecha, o casi nunca me parece
suficiente, no-tengo-paciencia, como me
dijo mi hijo esta mañana.
Quizás son muchos años queriendo volar, muchos
años en los que en cuanto empiezo a batir las alas alguien, por-mi-bien, procede a recortarlas. La imagen con la que amanecí esta
mañana fui yo al borde de un edificio, queriendo volar, y no me atrevía, no podía
lanzarme, todavía es mucho el miedo, son muchas las creencias que manejo sobre mí
y me impiden ver las capacidades que tengo, las que puedo desarrollar, aprendí a
a verme con los mismos lentes con los que me veían cuando pequeña y todavía hay
cosas que sin ellos no las puedo mirar, o simplemente no las veo (me acordé tanto de la película BirdMan). La paciencia todo
lo alcanza dice Santa Teresa de Ávila, ese don no lo tengo yo, quiero que todo se
dé ya, rápido. Me apresuro y comienzo a exprimir mi naranja. La fuerza que no he
utilizado en autodesarrollarme la utilizo en presionarme, y en presionar a los demás,
la fuerza que siento que no puedo o no me permito ejercer por algún otro lado ha
de salir, así lo veo hoy... y eso que ahora estoy escribiendo, ¿se imaginan antes?
¡Cuánta falta me hace aprender a terminar de
quitarme esos lentes! Esos que me miran con discapacidad y minusvalía, que descalifican
como improductivas las áreas que más me gustan o en las que tengo más que aportar.
Todo duele, el centro del pecho y de la espalda, todo quiere salir bullendo como
a borbotones como desbordándose, como si algo ha estado por mucho tiempo tapado o contenido y estuviese
a punto de estallar…, así me siento, como una bomba de tiempo, ansiosa y prisionera de
mis propias ataduras, de mis propias normas, de mi propia jaula y de mi propia rigidez…
así estoy y es un poco difícil vivir conmigo en estos días... pobre Eligio, no sabe que si lo miro desde arriba, desde mi vuelo, tal vez lo vuelva a entender, lo vuelva a mimar, y también él quiera despegar.
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