Agosto 31
¿Quién nos
habrá convencido de que nos merecemos esto?
De veras que no lo sé, desde las 4 de la mañana estoy despierta, y sé
que tú también. Desde esas tempranas horas andan los pensamientos ronroneando
dentro de mí. Hoy es lunes, ese día tan temido, no ya porque comienza la semana
laboral, sino porque es el día de hacer cola en los abastos, ¿a cuál iremos
hoy? ¿Con qué injusticias nos tocará lidiar? Ya no es la gente de la cola la
que me conmueve en tercera persona, tú y yo estamos ahí perdiendo la mañana,
siendo cómplices de esta vaina, de esta vejación, de este aplastamiento, ser parte
de eso se me hace casi insostenible. Abuelas que se desmayan por el calor, la
falta de agua o alimento, otras a las que se les duermen los nietos en los
brazos y postergan su cansancio y sus necesidades por las de ellos… ¿Quién nos
habrá convencido de que nos merecemos esta vaina? ¿Por qué tolerar que haya
sitios en los que la gente es excluida (por las mismas personas de su comunidad
o de su familia) de los productos de MERCAL o PDVAL porque no son oficialistas?
¿Quién los convenció de que la salud o la comida sólo le corresponden a quienes
son afectos al régimen? Esto es una pesadilla de las que te despiertan de
madrugada y sobresaltada, y no sé con qué discurso interior sostenerme, cómo
hacer para quedarme fuera de las terribles predicciones sobre el
desabastecimiento en un futuro inmediato, y demás debacles; porque el tema en
las colas es una magnificación mental de las penurias nacionales, sólo de eso
se habla, o en el peor de los casos están quienes sólo hablan de otras
colas y otros productos que están vendiendo, totalmente alienados, la
precariedad o el temor a padecer de ella se ha apoderado de las mentes y no
quiero sucumbir a esa sensación de desprotección total (suspiro) porque hoy te
dejé solo en la cola, te dejé y me vine a escribirlo, a verter toda mi
indignación en estas líneas. ¿Acaso alguien nos sopla en el interior que nos
merecemos semejante humillación? ¿A qué depredador le estamos haciendo el
juego?
El motivo del ronronear de mis pensamientos se inicia en esta casa, en
estas 4 paredes, justo a mi lado, se inicia conmigo-y-contigo, sí, de nuevo me
pregunto: ¿y qué no hice o qué no he de hacer? De nuevo me lanzas la pelota, no-tengo-dinero, y yo bueno, tendrás que
hacer algo, haces mutis por la derecha y cuando vuelves a entrar a escena
dices: - Yo no soy obrero, no sé qué más quieres que haga. Y yo te respondo:
-Yo sé que no lo eres, pero algo se te habrá de ocurrir, algo tendrás que
hacer. De nuevo sales de escena, y regresas diciendo que cuando las cosas se
ponen feas nosotros nos molestamos, nos peleamos, y de nuevo te respondo: -Yo
no estoy brava ni molesta, sólo te digo que algo tendrás que hacer. Juego nocturno
de tenis, tú lanzas la pelota y yo te respondo con un revés, la cuenta es 0 a
0, y te vas de nuevo a tu sillón, a tu Murakami, y me dejas ahí sola en la
cancha, jugando pelotica con la pared… eso no se vale.
Anoche solté la raqueta y me agarré de la oración, te lo entrego Señor,
pero esta mañanita amanecí de nuevo en la cancha, donde me dejaste anoche, con
la pelota fosforescente en mi mano y sin otro jugador más que yo. Las preguntas
y los reproches hacia mí misma no querían detenerse, y si los callaba saltaban
hacia Eligio y sus hábitos financieros… ¿y
ahora?, ahora nada mi querido Watson,
ahora es momento de quedarse tranquilita, de escribir para no morir asfixiada
por las palabras que se me enredan en la garganta, de no exigirme más, de no agarrar
más la raqueta, aunque me digas cientos de veces que no tienes ni un centavo y
pongas cara de derrota. No, no, no y no, creo que a modo de Bart Simpson haré
una plana en la pizarra: No he de exigirme más, no he de exigirme más, no
necesito seguir pensando por ti, no es saludable que lo haga porque parecería que no confío en que tú lo puedes hacer, parecería
que me hago eco de tu propio temor respecto al dinero, algo inexplicable pero
que se puede vencer con un poco de organización respecto a las entradas y a los
gastos, administrarse, eso es todo y tú lo harás sin que yo siga mediando, sin
que siga exigiendo más y más esfuerzos de tu parte para que a la final termine
yo resolviendo. Creo que me toca dejarte hacer, dejarte resolver, seguramente
no es como yo lo haría, no como lo imaginaba, pero sí seguirte acompañando con
la oración y verte crecer, cambiar, moverte del sillón y de la evasión. Dios nos acompaña en este nuevo andar, en este caminar... y aunque a veces se me olvida, se nos olvida, hoy lo recuerdo, te lo recuerdo.
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