Julio 27
El título no podía ser otro. ¿Qué es lo que se mueve
dentro de mí? ¿Cómo se llama esta sensación de insatisfacción y desasosiego que
me habita? ¿Qué nombre le pongo? ¿Impotencia? Me siento entre triste y
derrotada, me siento entre dos aguas y al borde de tomar una decisión. Es un
deseo terrible de salir corriendo de esta pesadilla diaria, de esta forma de
apretarnos para sólo estar pendientes de las cosas materiales, me falta la
harina, el aceite, el café, el azúcar,… la batería del carro y los pañales para
el abuelito en cama, la cola de aquí, la de allá. Todos igualados por la necesidad,
la más básica de la pirámide de Maslow... ¿Quién carajo puede pensar en la
autorrealización? y lo más triste es que esto no genera solidaridad, por el
contrario, hay una necesidad terrible de acumular y de guardar, quienes pueden,
por supuesto. Es muy difícil conversar sobre esto con la gente, todos, y con
razón te dicen: en momentos de crisis las mujeres se crecen, quienes confían en
el Señor no desesperan, o se empatan en una serie de improperios en contra del
régimen y de la situación que se avecina que te dejan por el suelo y sin
esperanzas.
Creo que nunca como antes había sentido deseos de
irme, huir de esta pesadilla que no te da un momento de tranquilidad, quizás mi
sueño, el que tuve hace algunos meses en el cual estaba con un amiguito y queríamos
entrar al mercado y cada vez encontraba las puertas cerradas, era un absurdo
muy kafkiano, y en el sueño terminaba diciendo: “Me voy a volver loca”. Así me
siento hoy, ayer también lo percibía así, si me mantengo enredada en este modo de ver
las cosas voy a enloquecer, porque me duele no sólo lo que me sucede o pasa en
mi casa, en casa de mis padres o mis suegros… me duele las largas colas llenas
de niños, mujeres y ancianos por conseguir el sustento diario, me indigna verlos
sentados más de 12 horas en la calle y a la intemperie para comprar a un
precio “justo” irreal, inventado para
sostener lo insostenible, un país comiendo y consumiendo sin producir, largas
colas de gente que no trabaja para luego vender lo comprado por 300 o 500 veces el
valor de lo pagado, nada que ver con la cordura, ¿quién sostiene esta locura Señor?
Por favor, dime Tú.
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