lunes, 24 de agosto de 2015

¿Qué locura es esa?

¿Qué locura es esa?

Junio 6
Hay días, como el de ayer, en que el dolor casi me impide hacer las tareas cotidianas, me acecha el cansancio y me echa a la cama. Se convierte cualquier actividad en una verdadera batalla entre el deber y el dolor. Ya tengo 48 horas con esta crisis, y hoy, en medio de mi vigilia matutina decidí, no más, no lo difiero más, a escribir para ver si así descubro la fuente de tanto dolor corporal. Eso de despertarme varias veces en la madrugada, de estar levantada antes de las 5 am sin que tenga que hacer nada, y tratar, ahí, en la cama, de orar, de darle respuesta a las posibles causas, que va, no me funciona, sólo logro divagar en cosas que me maltratan, en tareas pendientes, y los fantasmas de mis temores comienzan a tomar forma, y ahí, de verdad viene el desvelo. Y el dolor lejos de aplacarse, crispa los músculos de la espalda y la cadera.
Decidir por lo más sano, por lo más conveniente, por lo que te puede de veras aliviar, no es la decisión primera, ni la más sencilla de tomar. ¿Qué locura es esa? La misma que me ha traído hasta aquí, el mismo conjunto de postergaciones insanas que me han llevado a esta encrucijada: le presto atención a este cuerpo que grita o permito que se apodere de mí el caos y el sufrimiento. La sufrida, la que si no tiene motivos propios por los que sufrir toma prestado para sí los dolores ajenos, y cree que llena de empatía llora por ellos y no sabe que llora por sí misma, por sus dolores ocultos e inconfesados, por esos que ni sabe que le duelen, que la llevan al llanto con facilidad y llena sus oraciones de porqués, y de: ¡Te ofrezco este dolor Señor, pero quítamelo si es tu voluntad! Claro que el Señor agradece mi ofrecimiento, pero probablemente desee más mi libertad, que me deshaga de esas ataduras creadas desde la infancia y que luego crecieron y florecieron en mi fuero interior. Él seguramente desea que tenga un papel más protagónico en mi vida, que no sean los otros quienes determinen la forma en cómo me relaciono con Él, con el mundo y conmigo misma. La verdad nos hará libres, pero no lo hará sin mi consentimiento, sin que vea a qué o a quiénes estoy atada de forma insana. Se esboza una sonrisa en mi rostro, hacia allá deseo caminar. ¡Gracias por conducirme hacia la libertad Señor, gracias!

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