viernes, 21 de agosto de 2015

¿Una tacita de café?

¿Una tacita de café?
Junio 2

Esta tarde, después de una breve siesta, me levanté con deseos de tomarme una tacita de café, adoro esos pequeños antojos. Resuelta a cumplirlo me levanté y me fui directo a la cocina. Chanfles, no tengo café molido, bueeeee… con mi rapidez característica tomé la lata de leche donde lo guardo y suaz, se desparramó por el piso de granito una buena parte de su contenido. De pronto, como una niña temerosa me capturé apresurada por recoger el reguero antes de que llegaran mi esposo o mi hijo. No-lo–podía-creer, me detuve en el acto, y en medio de la cocina me quedé observándome a mí misma, con presbicia y sin lentes, tratando de no quedar mal, de no tener que hacer evidente un descuido, una falla, una tontería en realidad, gritó en el silencio del apartamento, de mi habitación interior, y una voz me dijo: DETENTE, y casi llorando comencé a tratar de distinguir con mucha calma cada grano de café para diferenciar entre los granos del piso y las olorosas y tostadas semillas, que en mi arrebato inicial había pisado.
Respiré lenta y pausadamente, y miré suavemente mi cuerpo que ya estaba engatillado, temiendo la crítica, temiendo ya no sé qué… y me puse a disfrutar de lo que estaba haciendo, a contactar con lo que realmente ocurría y no lo que mi aprendizaje anterior repetía. Respiré y comencé a olerme las manos, a sentir como tenía tiempo que no sentía, a utilizar mis sentidos y olvidarme de lo que dijeran, ¿qué pasa si te equivocas? ¿Acaso no puedes fallar? ¿Tienes que estar siempre a la defensiva aunque no haya nadie que te vigile? Dios mío, qué horror. Cuánto tiempo sólo reaccionando a un condicionamiento, cuántos años respondiendo a una supervisión, a una tiranía, a un despotismo que ya no existe. ¿Cómo le he construido un hogar donde habitar al miedo a equivocarme?, al temor, a la desconfianza en mi misma, al perfeccionismo, encapsulando mis sentidos, por eso me duele la espalda, el lugar donde nacen las alas, entre mis escápulas, así se siente una mariposa cuando es su tiempo de salir de la crisálida, ya no soporta el encierro, las limitaciones de su hermoso capullo color oro. Y me vi ciega, así como Tobías (el personaje de la biblia), quien perdió la vista de sus ojos físicos porque desde años atrás ya no podía ver la bondad de Dios en su limitación humana, en su enfermedad. Eso es, no me estaba permitida la debilidad, tenía que ser fuerte.

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