viernes, 28 de agosto de 2015

¿Y cómo era cuando estaban chiquitos?

¿Y cómo era cuando estaban chiquitos?

Junio 14

Esa era una pregunta que nos hacía constantemente nuestro hijo, le interesaba muchísimo, sobre todo porque su amado papi le recreaba las cosas, a veces las exageraba, y eso a Leonel le encantaba. Ese modo de ser, siempre buscando el juego y la sonrisa, eso que me enamoró de ti, también enamoró a tu hijo de ti. Los recuerdo jugando juntos y cómplices, la memoria los trae convirtiendo el apartamento completo en una pista de carritos, y Leonel fascinado, y yo molesta y sin poder unirme al juego. ¿Cuándo perdimos algunas mujeres el deseo de jugar? Somos tan mamás, tan adultas, tan llenas de responsabilidad… lo soy aún.
Recuerdo el agosto en el que yo estudiaba como loca y Leo se desprendió de tu regazo para buscar el juego con los amigos. Recuerdo tu guayabo, y él hediondo a sol, sudando, inmundo ya ni te paraba, y esa soledad tú no la podías comprender. ¿Qué se hizo mi compañero de juegos? ¿A dónde se fue?  Y yo… metida de pie y cabeza en los libros en inglés, y tratando de amigarme con la computadora y el internet: ¿Qué se hizo mi compañera de alcoba? ¿Quién me la robó? Y te fuimos dejando solo con tu música, solo con tus libros, con tu silencio y esas ganas de no entrometerte, de no estorbar más de la cuenta.
Eso siempre has tenido tú, haces mutis con facilidad, como en el teatro, sales silenciosamente por una pata, y desde allí, observas la escena, callas, te haces tu opinión pero nos dejas actuar, no intervienes, no opinas, no preguntas, dejas en espera de que los demás también te dejemos ser y estar. Y después de muchos años siendo una familia dedicada a la docencia y aficionada al teatro, pasamos a crecer cada uno de una forma casi independiente… y no sé muy bien cuándo y cómo lo dejamos pasar, pero sucedió. Escribo las líneas, lo veo en la distancia, y me impresiono más y más.
¿Qué pasó? ¿En qué encrucijada lo decidimos? Aún no lo sé, y no es cuestión de arrepentirme o no, es que la vida puede pasar y no darnos cuenta del cambio de rumbo, o no decir nada si te diste cuenta, nada de echarnos culpas a esta alturas, sólo repasar el camino recorrido y ver qué aprendimos, qué hay bueno para contar. Eso es todo. Agradecer a Dios que a pesar de los desencuentros y abandonos, aún esto huele a amor, pedir perdón por la infidelidad al dejarte por el trabajo y los logros, ¿reclamar tu silencio? Tal vez ya lo hice, ya sólo queda contar y emprender un nuevo camino, el regreso al amor, a la pasión, a  compartir los perfumes, las piedras preciosas y los sabores preferidos, a reinventar caricias que despierten el gozo de las almas, de los cuerpos y su encuentro.

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