viernes, 2 de octubre de 2015

¿Tiempo de despedidas?


Octubre 1ero.
¿Tiempo de despedidas?
Para mi hermana del alma
Amanece el día y estamos despidiendo el día de ayer que se fue con rapidez en medio del cansancio y la oración. Amanece, un día como el de hoy, y se van los amigos a buscar otros rumbos menos aciagos, menos peligrosos, menos, menos,… te restan, se restan de qué, pero se suman a mi oración.
Amanece, y de pronto, soy la hija única de una prole de 3, y te despides del apoyo cercano de tus hermanos, de ver crecer y consentir a tus sobrinos; y sólo queda la distancia, la preocupación y la oración.
Amaneció otro día y le dices adiós a la adulta trabajadora y reproductiva, y la regla pasa a ser una excepción, un año de más abdomen, de más resequedad en la piel, más kilos y más cremas, también más oración.
De pronto, un amanecer te despides de tu hijito porque ya cumplió un cuarto de siglo, y es todo un hombre que tiene trabajo, planes, novia, sus propios proyectos a futuro, te despides de él a diario bendiciendo su vida y en la noche encomendando su calle con una oración.
Te despides de la esposa que salía a diario a trabajar, que hacía la comida con prisa, que no compartía la mesa con su marido entre semana, que tenía tantas preocupaciones y sueños ajenos, tantos encuentros y desencuentros con sus compañeros de trabajo, de esa profe que con tesón entregó y recibió lo mejor de sus alumnos: su humanidad., hoy por todos ellos elevo una oración.
Amanece, y de pronto, ya no eres la hija que pide a gritos reconocimiento y atención, te despides de querer un puesto debajo de sus alas, y que te metan la comidita  masticada por sus preceptos, te despides porque sabes que no te enseñarán a volar, desde lo alto pido al cielo que me enseñe a orar por ellos.
Amaneció, y gracias a Dios todos los días amanece, y te vas despidiendo de un permanente reclamo interno de una injustificada sensación de minusvalía interior, de unas enormes ganas de llorar ante la imposibilidad de cambiar el panorama nacional, te despides de la rabia y la impotencia, le dices adiós con deseos de que se monten en un vuelo trasatlántico que traiga de vuelta a las familias exiliadas, a los amigos expatriados, a los muertos a balazos, a los corazones rotos por las nostalgia y a los ojos hechos agua por el desarraigo.
Hoy amanece y aprovecho de llover por esas despedidas que no he mojado, esos hombros que no he abrazado, por esos llantos que no he escuchado y las palabras que se van sin oídos, por esas cartas que no he escrito, esos cumpleaños que no he celebrado, lloro con la convicción de que mi oración los acompaña.
Amaneció, y sin darme cuenta, no sólo tus padres se han vuelto viejos,  sino también los de tus amigos, los que ya no han muerto, y le des la bienvenida a otras relación con ellos, otra visión, ya no son tan independientes, tan seguros, tan lúcidos, y se niegan a dejarse llevar, a aceptar, y también te toca despedirte de ellos, de lo que fueron, y orar mucho más por tus amigos y por ellos.
Amaneció, y de pronto miras tus senos  que afectados por la gravedad disparan hacia los lados, tu abdomen por exceso de escritorio y por hambre de hormonas aumenta de tamaño, tu piel pide a gritos agua y cremas humectantes, y tus cachetes ya no quedan donde estaban antes y se chorrean con tu deseo sexual, y los encuentros en la cama son más escasos que los de tercer tipo, por eso no oro, tampoco lloro, sólo me despido…
Y los días pasan, y los amaneceres llegan y de pronto es de día otra vez, y bendito Dios, cada día voy muriendo a lo que fui, y renaciendo a lo que soy, saliendo como la crisálida apenas del capullo y desplegando mis alas fortalecidas de tanto retorcerse dentro del caparazón, sonrío y agradezco a Dios por la vida y por este nuevo amanecer.  

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